El calor de agosto era insoportable; además estar en casa con mis padres no era muy divertido. Lo único que me animaba eran las vistas, no conseguía sacar a mi vecina de la cabeza. Ella vivía al otro lado del patio, quedando mi habitación enfrente de la suya, de modo que verla todos los días en sujetador y shorts por su habitación me estaba volviendo loco. Era un pibón, alta, morena, estilizada y con unos pechos que hipnotizaban.
Como me di cuenta que seria incapaz de hacer algo útil esa tarde, me duché y me puse unos pantalones y una camiseta para ir al gimnasio, a ver si me despejaba. Entré en el ascensor, y mientras me ataba las zapatillas, ella entró. Me recompuse como pude y pulsé el botón para bajar.
Ella llevaba puesta una camisa muy ajustada y una falda con una abertura en el lateral, que mostraba más muslo de lo que era capaz de aguantar. Entonces, el ascensor se paró, nos miramos sorprendidos y tratamos de pulsar los botones para abrir y llamar si nos oía alguien; pero al parecer, todo el mundo estaba disfrutando en la calle.
En el pequeño ascensor cada vez hacía más calor, ella se sentó en el suelo, lo que provocó que su falda aún se hiciera más corta y la camisa se ajustó más a su pecho, de modo que en cualquier momento podría saltar el botón. Aquello me calentó aun más y tuve que sentarme y para disimular, me quité la camiseta y la coloqué en mi regazo.
Sin embargo, fue demasiado tarde, porque ella vio el tremendo bulto que se estaba formando en la entrepierna del joven, lo que provocó que se mordiera el labio pues era demasiado grande, y no podía reprimir la curiosidad. Además, sus anchas espaldas y los brazos moldeados tampoco le ayudaban a mantener la calma.
Ella comenzó a desabrocharse la camisa, empezando por los botones de abajo; de modo que sus pechos casi se desbordaban del sujetador cuando terminó de quitársela. Traté de apretar más la camiseta en mi regazo para disimular, pero provocó el efecto contrario, excitándome aún más, por lo que desistí y arrojé la camiseta a un lado.
Me acerqué a ella, la tomé por la cintura y comencé a besarla, mordisqueando su boca, cuello, orejas. Ella respondió con una pasión desbordante, recorriendome con sus manos, hasta llegar al pantalón, desatándomelo y bajandomelo en un instante; lo que provocó que mi miembro se presionara sobre ella al igual que hacían sus pechos sobre mi. Ella dejó caer la falda a sus pies, y no llevaba nada debajo.
La cara de sorpresa al quitarle los calzoncillos fue mayúscula, pues su imaginación se había quedado corta; su verga era bastante más larga y ancha de lo normal, lo que provocó que se humedeciese tanto que le tomó la mano y le guió para que comenzase a masturbarla.
Esto si que me dejó sorprendido, pero no desaproveché la ocasión, así que jugué con su clítoris e introduje un par de dedos, el tiempo suficiente para oirla gemir...Entonces la tumbé de espaldas y me coloqué entre sus piernas. Introduje mi miembro con cuidado, pues sabia que era un poco mayor de lo normal y no quería hacerle daño, pero ella me abrazó la espalda con sus piernas y me atrajo hacia sí, hasta penetarla completamente. Ella comenzó marcando un ritmo lento pero profundo, pero conforme a nuestras respiraciones se fueron agitando cada vez más, mi instinto pedía más y más, acelerando hasta que pensé que iba a explotar.
Entonces, llegué al orgasmo y la sensación me recorrió el cuerpo entero, dejándome exhausto durante el mismo instante en que ella gritaba de placer... resonando su eco por los pasillos.