1/8/19

Deseos oscuros. Primera parte

PRIMERA PARTE.

Un grito de placer se escapó de su garganta. Se levantó de la cama y se desconectó de las gafas de realidad virtual.

Entró en la ducha y dejó que la cortina de agua refrescara su cuerpo. Mientras se enjabonaba el cuerpo bajó hasta su sexo. Hacía mucho tiempo que no estaba tan húmeda...si cerraba los ojos aun sentía como era embestida pocos minutos atrás.

Se envolvió en la toalla y volvió a la habitación. El envoltorio de las gafas aún reposaba sobre la mesa. ''4D life. Vive la vida como siempre has deseado'' ponía en la etiqueta. Se las había regalado su mejor amiga. Aún recordaba cuánto había dudado de ella cuando le aseguró que su vida no volvería a ser la misma. Bastaba crearse un avatar, ponerle un nombre y entrar en una nueva realidad.

Miró la hora y vio que aun quedaban treinta minutos para la cita. Cenó algo rápido y volvió a tenderse en la cama. Colocó las gafas de realidad virtual sobre su cabeza y una señal de LOGIN apareció delante de sus ojos.


THERESA IS ONLINE


Una ciudad virtual se materializó delante de ella. Sus tacones resonaban sobre la acera mientras se encaminaba al Pleasure Boulevard, un homenaje al Barrio Rojo de Amsterdam. Entró por la puerta nº 8 y subió al segundo piso como habían acordado. No tuvo que esperar demasiado para que Logan entrara por la puerta.

Se habían conocido hacía unos días en un bar cercano. A Theresa le llamó la atención su pelo oscuro y sus ojos verdes. A él su cabellera rojiza y sus largas piernas. Tras presentarse y una charla insustancial, se dirigieron a su piso virtual. Allí, la guió hasta el dormitorio, dejando un rastro de ropa en el suelo mientras sus bocas se buscaban y sus manos recorrían su cuerpo.

Al llegar a la cama, tendió a Theresa de espaldas. Cerró los ojos mientras la boca de Logan recorría su cuello deslizándose hacia sus pechos. Gimió cuando mordisqueó sus pezones y notaba la erección contra su vientre. Sintió un cosquilleo cuando su barba le rozó entre los muslos y no pudo evitar que su espalda se arquease al notar su lengua deslizándose en su interior. Ella elevó sus caderas y separó cuanto pudo sus muslos. Oleadas de placer recorrían su cuerpo mientras mordisqueaba su clítoris e introducía los dedos es su húmeda vulva. El ritmo de la lengua cada vez era más frenético, haciéndola jadear y que sus caderas se moviesen hacia su boca y enterrándo los dedos lo más profundamente que podía en su interior, hasta que alcanzó el orgasmo y se dejó caer en la almohada.


- Ahora es tu turno - dijo Theresa mientras se colocaba sobre Logan.

Besó su pecho musculado, bajando hasta el ombligo. Su miembro bien duro reclamaba su atención, empezando a besar y lamer la base de su pene, provocando que pequeñas gotas apareciesen en la punta de su miembro. Continuó lamiendo lentamente hasta llegar al glande, recorriendolo en círculos y subiendo hasta cubrirlo con sus labios. Introdujo levemente la lengua en la punta, lo que hizo que Logan cerrase los ojos y comenzase a gemir. Entonces, comenzó a introducir su miembro en la boca hasta llegar la base; con cada subida y bajada, los jadeos de él se hacían más frecuentes. De pronto. su miembro se tensó y eyaculó en su boca.

Se incorporó sobre la cama y volvió a besarla, notando el sabor de su semilla en sus labios. - Esto solo acaba de empezar - dijo mientras la sentaba en su regazo y seguía besándola y mordisqueando su lengua mientras con las manos disfrutaba de sus tersos pechos. Su miembro volvía a estar duro tras el beso apasionado, y cogiéndola de las caderas, la colocó sobre su pene y la dejo caer, disfrutando de la sensación de su húmedo y prieto sexo.

Ella rodeó su torso con sus manos, cabalgándole lentamente y notando como su miembro llegaba hasta lo más profundo de su ser. Sus bocas se buscaban entre besos y pequeños mordiscos, sus pechos subían y bajaban al ritmo de sus caderas, con un ritmo cada vez más frenético.

-Mmmmm, sigue - susurró Logan entre jadeos mientras mordisqueaba su cuello.

Theresa aceleró aun más el ritmo, hasta que una ola de placer recorrió su cuerpo, alcanzando el orgasmo y clavándo las uñas en su espalda; a la vez que sentía el semen de él derramarse en su interior.

Con la respiración aun entrecortada, se dejaron caen entre las almohadas. Theresa cerró los ojos, disfrutando de la brisa que entraba por la ventana y acariciaba su vientre. Logan aprovechó su distración para coger uno de sus pechos, apretándolo con firmeza. Se enderezó y comenzó a lamer el pezón, endureciéndolo.

-¡Eh! No te aproveches mientras no miro - protestó Theresa entre risas.
-Disfruta del momento- susurró él a su oído.

Mientras seguía jugando su pecho, con la mano libre, él la deslizó por su vientre hasta llegar entre sus muslos y comenzó a trazar círculos sobre el clítoris, haciendo que su entrepierna se humedeciese aún más.

Ella buscó a tientas su torso, bajando hasta los testículos y comenzó a apretarlos uno contra el otro suavemente, provocándole un nueva erección. Él la cogió por la cintura y la colocó de rodillas sobre las sábanas. Se colocó a su espalda y cogió con ambas manos las muñecas de Theresa mientras introducía su duro miembro de nuevo entre sus pliegues, provocando que un nuevo gemido escapara de su garganta.

Desde esta posición, podía admirar su larga cabellera rojiza, su esbelta cintura y su firme trasero. Empezó lentamente, notando como su pene chocaba contra las paredes más profundas de su vagina. Soltó sus muñecas para poner sus manos sobre sus pechos y fue acelerando el ritmo. Theresa jadeaba y movía sus caderas tratando de que cada embestida fuese tan intensa y profunda que notaba como sus huevos chocaban contra su vulva, haciéndola gemir.

Logan bajó una mano hasta el clítoris, apretándolo con los dedos, mientras seguía embistiéndola más y más rápido hasta que notó que las paredes de su vagina comenzaban a contraerse contra su miembro y ya no pudo resistirse más, corriéndose entre sus muslos mientras una descarga eléctrica surcaba su cuerpo y el de Theresa, alcanzando un orgasmo aún más salvaje e intenso que los anteriores.

Con la respiración entrecortada y los cuerpos sudorosos, Theresa preguntó -¿Mañana a la misma hora?

- Sin falta - respondió él.

3/9/15

La caricia del agua

Hacía tres meses que me había mudado a Barcelona y cada día era peor, no podría aguantar mucho más. Tenía un buen trabajo y un piso con unas vistas inmejorables, además de la cuidad, mi compañera de piso parecía una modelo. No se me podrá quitar de la cabeza la primera vez que la vi, inclinada sobre el fuego de la cocina, de espaldas, con un estrecha cintura y unos shorts vaqueros tan cortos, que dejaban ver parte de su firme trasero y unas largas piernas acabadas en tacones. Hola, la saludé, y ella se dio la vuelta, unos rizos azabaches rodeaban su tez morena, ojos oscuros y cálida sonrisa, aunque no pude evitar posar mi mirada sobre el gran escote que dejaba entrever una camiseta blanca ajustada.

Me era imposible concentrarme en el trabajo, pues cada vez que pasaba por delante de mi puerta, mi cabeza se giraba imantada y por ella no dejaban de solaparse imágenes en las que la llevaba a mi cama y recorría cada centímetro de su cuerpo. No sé como no me abalanzaba cada vez que ella comía un helado, veía recostada la tele en el sofá, o simplemente cuando sus pechos subían y bajaban mientras se lavaba los dientes. 

Ayer, mientras trataba de seguir la trama del libro que andaba leyendo, ella entró al baño y oí como abría el agua de la ducha. No pude evitar fijarme en que no había candado la puerta y empujado por el bulto que comenzaba a formarse bajo mis pantalones, me levanté y me dirigí hacia el baño.

Al llegar a la puerta, sacudí la cabeza y me dije que esto no estaba bien, que la dejase ducharse tranquila, pero al mismo tiempo, mi instinto quería que tirase la puerta abajo. Con cuidado, fui bajando el picaporte y entreabrí la puerta. Un sendero de ropa en el suelo se encaminaba hacia ella, y allí estaba, con los brazos levantados enjabonándose el pelo mientras el agua le acariciaba su bronceada piel. Ya no pude más y entré en el baño, cerrando la puerta tras de mí.

Hice más ruido del que esperaba y ella se giró y abrió los ojos desconcertada. -¿Se puede saber que estás haciendo aquí?

- Bueno, yo... - tartamudeé - sólo pretendía traerte una toalla, igual te la habías olvidado. 

- Ah, muy amable - me dijo sonriendo mientras su mirada se dirigía hacia la erección que la apuntaba y que ya no podían ocultar mis calzoncillos.

Intenté mirar hacia otro lado, y en ese momento, mis ojos se posaron en el consolador que yacía sobre el borde de la bañera. 

-  ¡Oh, vaya, me has pillado! - dijo con la sugerente sonrisa al seguir mi mirada-. ¿Vas a entrar o te vas a quedar ahí pasmado?

Entré en la ducha y observé detenidamente su cuerpo cubierto por miles de gotas de agua, el cual sobrepasaba todas las fantasías de imaginación. 

- Bueno, ya que estás aquí, ¿podrías enjabonarme la espalda? Siempre es complicado hacerlo una sola. 

Cogí el frasco de gel que me ofreció y empecé a enjabonar su cuello de cisne, masajeándolo suavemente siguiendo hacia su cintura, disfrutando de cada segundo de contacto de mis manos sobre su piel y con calma, seguí recorriendo su cuerpo hacia su ombligo. Ella separó los brazos, invitándome a seguir adelante. Mis manos llenaron de espuma sus redondos pechos, y cuando apreté sus pezones entre mis dedos, ella dejó escapar un gemido. Mi miembro estaba cada vez mas erecto por culpa del contacto de sus prietas nalgas contra mí, así que me acerqué más a ella y comencé a besar y mosdisquear su cuello, lo que provocó nuevos jadeos en ella. De modo que tomó mi mano de sus pechos y la dirigió hacia su cálida y aún más húmeda entrepierna. Tras recorrer su sexo, mis dedos se centraron en su clítoris, apretándolo suavemente entre el índice y el anular para continuar después dibujando círculos sobre él. Su respiración era cada vez más agitada, y deslicé dos dedos dentro de su vagina, lo que hizo que ella gimiera cada vez más alto y cuando mis dedos no podrían ir más rápido, finalmente, alcanzó el orgasmo mientras dejaba reposar su cabeza sobre mis hombros.

Poco después, ella se giró y tomando mi nuca con su mano, acercó mi boca hacia la suya, sus suaves labios se encontraban con los míos mientras nuestras lenguas se entrelazaban. Luego avanzó hacia mi oreja, mordisqueándola, siguiendo por el cuello hasta que se quedó de rodillas. Tomó mi pene entre sus manos y comenzó a masturbarme lentamente. Sus labios se posaron sobre la piel del escroto, y con cuidado, la tomó entre sus labios y tiró suavemente de ella, algo que nunca antes me habían hecho y que me excitó aún más. Después su lengua ascendió desde mis testículos hasta el glande, el cual poco después estaba rodeado por sus carnosos labios, y cuando lo introdujo entero en su boca, provocó que una ráfaga de placer me ascendiera por la espalda. Creía que me iba a volver loco cada vez que alzaba su mirada a la vez que introducía mi pene hasta su garganta. No hacía falta colocar mis manos en su cabeza para marcar el ritmo, ella parecía adivinar mis pensamientos, hasta que alcanzó tal velocidad, que no pude aguantar mucho más y eyaculé en su boca.

Ella ascendió y mirándome lascivamente, lamió una gota de semen que reposaba sobre sus labios. La agarré por la cintura y la atraje hacia mí, besándola intensamente mientras mis manos recorrían sus pechos, cadera y su culo. Ella respondió a mis besos y se apretó contra mí al notar cómo mi pene se volvía erecto en contacto con su vulva. La agarré por la cadera, poniéndola de cara a la pared, y ella se inclinó hacia adelante, dejándome vislumbrar su precioso trasero y su vagina que, tan húmeda, pedía a gritos ser penetrada.

Así pues, dirigí mi duro pene hacia ella y fui penetrándola muy despacio, saboreando la sensación de cómo su vagina se iba abriendo para mí. Ella arqueó la espalda cuando me introduje del todo en ella. Un suspiro de placer escapó de su boca, separó un poco más las piernas y apoyó sus manos contra la pared. A la vez que iba aumentando la velocidad de penetración, dirigí mis manos hacia sus bamboleantes y redondos pechos, apretando sus pezones, lo que hizo que emitiera un gemido aún más alto y más tarde, agarré sus caderas para acercarla aún más hacia mi cuerpo, de modo que cada embestida llegara hasta el fondo de su vagina. Mi cuerpo pedía más y tomé sus brazos, dirigiéndolos hacia atrás, disfrutando de los jadeos entrecortados que acompasaban mis embestidas. Mi pene estaba cada vez más tenso, y tras una embestida final, mi cabeza se quedó en blanco y me vertí en su interior, al mismo tiempo que su vagina que contraía y un gemido escapó de nuestras gargantas.

Las gotas de agua salpicaban nuestros cuerpos que se estremecían de placer, celosas de todos aquellos rincones que habíamos explorado.


24/11/14

Knock Out

Me encontraba en el suelo, jadeando, con el cuerpo perlado por sudor y sintiendo el corazón palpitar con frenesí en mi pecho. Trato de moverme, pero tengo todos los músculos entumecidos. Aun así, me giro y me pongo en pie, colocando los brazos para protegerme del siguiente golpe. La semana que viene es la final del campeonato de kick-boxing, y quiero ganar.

- ¿Te rindes? - dice mi profesor
- Jamás - respondo mientras trato de encajarle un golpe bajo las costillas

Él se ríe y me esquiva fácilmente. - Si quieres ganar, lo primero es alcanzar al rival - dice mientras clava sus ojos azules en mi. 

Me muevo por el ring, tratando de pensar hacia dónde dirigir mi próximo golpe. Si consiguiera golpearle por detrás de la rodilla, podría al menos desequilibrarle. Me dirijo hacia él y trato de darle una patada, pero el agarra mi pie y la que cae el suelo vuelvo a ser yo. El coloca su rodilla en mi pecho, impidiendo que me mueva. 

- Eres alta y delgada, así que tu punto fuerte es la agilidad. Trata de esquivarme. 

Asiento, y trato de concentrarme en el combate, pero hoy me es imposible, me distraigo con los músculos que marcan su camisa, su olor a sudor, y la sonrisa que me dirige cada vez que me arroja al suelo. 

Sacudo la cabeza para sacar la imagen de la cabeza, y trato de quitarle de encima de mí. Él, rápidamente sujeta mis muñecas con sus manos y se inclina para decirme:

- Sólo te dejare marchar cuando consigas derribarme.

En mi cabeza cruzó una idea, puede que no tenga la fuerza ni la agilidad necesaria, pero puedo desarmarle de otra manera, más divertida. Las miradas que me lanzaba durante el entrenamiento de todo el grupo, y que aceptase darme clases particulares, me inclinaban a pensar que le atraía; por lo que podía aprovecharme de esa “debilidad” y ya que yo también me sentía atraída por él, y ver hasta donde llegaba.

-  Está bien, dame otra oportunidad -  le digo mientras trato de empujarle a un lado con mi rodilla.
Aprovéchala bien -  me responde mientras me suelta

Me pongo en pie, y empiezo a quitarme tranquilamente los guantes.
Él arquea una ceja, y me pregunta - ¿Vas a ganarme sin ellos?

Asiento, y a continuación, me quito también la camiseta y la arrojo lejos mientras le miro fijamente a los ojos

 - De acuerdo, si estás más cómoda en sujetador, no seré yo quien te lo impida

Me acerco de nuevo al ring y me coloco en posición de defensa. Observo que ya no está tan pendiente de mis puños, y que su respiración está más agitada, por lo que trato de encajarle un golpe; pero aun estando distraído, me esquiva girando a un lado y me golpea en el costado.

- Sigues sin saber protegerte - me dice mientras se coloca detrás de mi y me coloca los brazos más abajo. Me distraigo al sentir su cálido aliento en mi nuca, y su cuerpo apretado contra el mío, deseando que me desabroche el sujetador y se arroje contra mí; por lo que me aprieto más contra él.

Él se separa de mi, pero tardando más tiempo del necesario, y al volver a colocarse en posición de pelea, noto como mira de reojo mis curvas, y traga saliva.

Me lanzo hacia él, tratando de golpearle, pero en mi cabeza solo imagino como quitarle la ropa y acariciar su cuerpo moldeado. Por lo que me desequilibro y al golpearme, caigo de nuevo al suelo, el se coloca sobre mí, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, debido no sólo a esta pelea, sino a al que se está librando en su cabeza.

Sin saber muy bien lo que hago, elevo la cabeza y le beso en los labios. Él se aparta, me mira, y me devuelve el beso. Se acerca los guantes a al boca, los desata con los dientes y los arroja, dejando que sus manos recorran libremente mi cuerpo. Su cuerpo se acerca más al mio y noto cómo su erección choca contra mi viente. Mientras sigo besándole apasionadamente, le quito la camiseta y mis manos recorren su espalda, arañándola suavemente y desde ahí, le acaricio el vientre y bajo lentamente hasta posar mi mano en su abultada entrepierna,

Sus manos me recorren la espalda, desabrochando el sujetador, y me estremezco cuando sus labios recorren mis pechos desnudos, y con otra mano, la desliza por mis pantalones cortos, metiéndose entre la tela y juega con mi clítoris, lo que hace que esté cada vez más empapada.

Poco después quedo totalmente desnuda, con al espalda apoyada en el cuadrilátero, mientras él, después de recorrer mi cintura y mi ombligo con la lengua, se coloca entre mis piernas, y empieza a recorrer mi clítoris y mis labios, haciendo que me estremezca con cada contacto. Entre jadeos, le hago parar, y le empujo para tumbarle a él en des espaldas, volviendo a besarle intensamente, disfrutando del contacto mis labios con los suyos, mientras que suavemente, comienzo a masturbarle lentamente, hasta que ya no puedo resistir más, coloco mis caderas sobre él, e introduzco su pene en mi vagina.

Gimo suavemente, mientras nuestros cuerpos se coordinan. Sus manos se colocan en mi cintura, obligándome a acelerar el ritmo, me inclino hacia él para seguir besándole y mordiendo su cuello, disfrutando de cada vez que su miembro golpea el fondo de mi vagina, más y más rápido. Ansiosos, nuestras respiraciones se agitan, con el corazón estallando en el pecho, hasta que alcanzamos el orgasmo y nos quedamos paralizados, con los cuerpos perlados de sudor.

Con una sonrisa en los labios, le digo: ¿esto cuenta como que te he derrotado, o sólo ha sido el primer asalto?



11/7/14

Estudiando anatomía

Las épocas de exámenes siempre son muy aburridas, y sobre todo, ahora en verano, con el sol derritiendo las calles y todo el mundo bañándose, yo me sumergía entre montañas de apuntes. Al menos, estaba con mi novio y la tarde se pasaba más amena entre risas y gominolas.

Un par de horas después, mi cabeza ya no podía absorber más información y me quedé mirando como se desesperaba entre las múltiples ecuaciones del maldito ejercicio, frustrado, llenando el folio de tachones. Decididamente, tenía que liberar el estrés que tenia, así que me acerqué a él por detrás y empecé a besarle y morderle el cuello, acariciándole el pecho mientras y bajando hacia su entrepierna para apretarla suavemente. 

Entonces, mirándome sugerentemente dijo: bueno, seguro que los apuntes no me echaran de menos si me ausento un buen rato. 

Aun riéndome, me senté en su regazo y continué besándole impetuosamente mientras notaba como su pene iba creciendo y poniéndose cada vez más duro. Sus manos comenzaron a recorrer mis pechos, apretándolos bajo mi camiseta, la cual poco después fue arrojada al suelo, dejando mis senos al aire. Él fue besándome desde el cuello hacia las orejas y luego, bajando hacia mi pecho, y sin dejar de lamer y mordisquear mis pezones, fue deslizando sus manos hacia mi cintura y mi entrepierna, frotándola por fuera. A continuación, hizo a un lado mis bragas y empezó a acariciar mi húmedo clítoris en círculos, lo que provocó que fuera abriendo mis piernas, aun sentada sobre él, y se fue dirigiendo hacia mi vagina, primero hundiendo un dedo y luego otro.

En ese momento, me tomó de la cintura y me arrojó contra la cama, cogió el lubricante del cajón y se echó un poco sobre los dedos, volviendo a introducirlos en seguida en mi vagina, a continuación entró el tercer dedo y poco después el cuarto, lo que me hizo morderme los labios para que los vecinos no oyeran mis gemidos. Cada vez más dilatada, terminó de meter lentamente lo que faltaba de mano, haciendo que mi espalda se curvara de placer, mientras su miembro cada vez más duro estiraba sus bóxer deseando ser él y no su mano la que estaba dentro de mi. Mi respiración estaba cada vez más agitada, acompasándose con la vertiginosa velocidad con la que entraba su puño en mi vagina, hasta que no pude más y un tremendo orgasmo recorrió cada centímetro de mi cuerpo.

Quedando extasiada sobre las sábanas unos instantes, cuando se calmó mi respiración lo suficiente, me fui acercando a él, y cogiendo la mano con la que acababa de torturarme de placer, comencé a lamer cada dedo, desde los nudillos hasta la yema, mirándole fijamente a los ojos, y luego de dos en dos, lo que provocó que cerrase los ojos y se recostase sobre la cama para disfrutar aun más de la sensación. 

Luego, soltando su mano, subí hacia su cuello, jugueteando con su nuez, y despacio me fui acercando al ombligo, y tomando su pene, fui deslizando mis labios y la lengua por la punta, humedeciéndolo lentamente antes de comenzar a masturbarle con ambas manos, lo que hizo que comenzara a estremecerse de placer. En ese momento, me coloqué sobre él y poco a poco fui introduciendo su miembro en mi interior, moviendo la cadera hasta conseguir que me penetrase profundamente, y cogiendo su mano, la coloqué sobre mi vientre, de modo que pudiera apreciar cada embestida en mi interior. 

Luego fui acelerando, disfrutando del impacto de su pene y testículos contra mi cuerpo, dejando que fuera el instinto el que fuera guiando el ritmo. Sus manos recorrían mi espalda, arañándola ligeramente mientras los quejidos del colchón acompañaban nuestros gemidos, el sudor nos impregnaba hasta que, en una embestida final, el orgasmo paralizó nuestros cuerpos y caí extasiada a su lado, temblando aun de placer. 


5/7/14

Se les fue de las manos

Este verano había conseguido un trabajo de monitor de campamento para ganar algo de dinero. Eramos cinco monitores, dos chicos y tres chicas, cuidado de cincuenta muchachos entre 10 y 15 años. Hoy habíamos realizado una ruta 15 kilómetros con los muchachos para llegar a una laguna entre las montañas. 

Las vistas desde allí eran impresionantes, tanto el paisaje como una de las monitoras. Era alta, estilizada, con una cara enmarcada en rizos azabaches, siempre sonriente. La camiseta de tirantes y los shorts acentuaban aún más su figura; por eso me fue imposible apartar su mirada mientras se quedaba en bikini antes de zambullirse en el agua. 

Agité la cabeza tratando de despejar la cabeza del torrente de toda clase de imágenes con ella. Me quedé en bañador esperando a los chavales más rezagados y nos metimos todos en el agua. Allí quede impresionado de la gracilidad con la que ella nadaba hacia los chicos más despistados, haciéndoles ahogadillas para organizar un varios juegos en el agua. Cuando miraba como se entretenían los muchachos, de repente, sentí que me hundía en el agua y al salir de superficie, ahí estaba ella, riéndose a carcajada limpia:

- He visto estatuas más vivas- dijo ella y a continuación volvió a hacerme otra ahogadilla.
- Solo estaba vigilándoles - respondí, algo enojado
- ¡Qué seriedad! Estarán entretenidos un tiempo, y así podremos despreocuparnos un rato y disfrutar de las vistas
- Si, las vistas son increíbles - pensando más en lo que dejaba entreveer su bikini ajustado
- Tienes una forma peculiar de ver el paisaje en el agua - me respondió con picardía, a la vez que me salpicaba
- Estaba viendo el reflejo de las montañas - dije algo avergonzado
- Jajajaja, seguro. Bueno, es hora de volver con las minibestias.

Me quedé un rato viendo como se alejaba nadando hacia ellos, y tras coger aire, traté de impedir que mi erección fuera a más. Un rato después, más calmado, salimos todos a preparar la comida en la orilla antes de emprender el regreso al camping.

Una vez terminada la cena alrededor de la hoguera y la pequeña fiesta nocturna, los chavales se fueron yendo a sus respectivas tiendas a dormir, quedándonos solo los monitores, hasta que poco rato después, los otros tres se fueron a descansar y nos quedamos ella y yo solos saboreando tranquilamente una cerveza a la luz de la hoguera y las estrellas.

- Estaba pensando en que podrías venir a mi tienda a organizar las tareas para mañana, que al estar más retirados, no despertaríamos a los demás.
- Bueno - dijo mientras se desperezaba - al menos me podré estirar un poco.

Nada más llegar a mi tienda, ella se dejó caer sobre el saco, exhalando un suspiro.
- ¡Al fin, un descanso! Tengo la espalda hecha pedazos de la mochila
- Bueno, si quieres, puedo intentar aliviar la tensión con un masaje.

Me arrepentí en el preciso momento que terminé la frase, pensando que había fastidiado todas las posibles opciones con mi atrevimiento.

- Jajajaja, adelante, seguro que no puedes dejarla peor, adelante - dijo mientras se quitaba la camiseta, y su sujetador negro quedaba a menos de un palmo de mis ojos.

Sin dejar de mirarme fijamente, se fue recostando lentamente sobre mi saco. Me senté a su lado, pillé el aftersun que tenia en la mochila, y empecé a masajearle el cuello con los pulgares en círculos, bajando poco a poco a sus hombros y hacia la espalda.

- No se te da nada mal, igual así estás más cómodo - dijo con los ojos cerrados poco después soltando el cierre del  sujetador.

No podía creer la suerte que estaba teniendo, así que tentándola, fui acercándome cada vez más hacia su culo tan bien realzado con los shorts. Mi cabeza no hacia más que imaginarse recorriendo su cuerpo con la lengua en vez que con las manos, por lo que tuve que hacerme hacia atrás para no rozarla con mi erección.

Ella, ante mi movimiento, abrió los ojos y vio el bulto que sobresalía de mi bañador, y sonriendo maliciosamente me dijo:
- No sabia que hacer masajes me hiciera tan "feliz", así que no voy a ser tan cruel para impedírtelo - y volvió a bajar la cabeza y cerrando los ojos. Ella también estaba excitada, y lentamente fue separando las piernas, dejando entrever una continuación alternativa del masaje.

Yo cada vez estaba más caliente, sobretodo por la lucha interna entre desnudarla rasgando la poca ropa que le quedaba y pasarme de la raya y ganarme un buen merecido tortazo. Al ver que me dejaba seguir, seguí masajeando su espalda, avanzando con mucho cuidado hasta rozar sus suaves pechos, deteniéndome un rato, pero al ver que ella no dijo nada, empecé a acariciarlos, sintiéndolos cálidos entre mis manos, y de ahí, pasando con cuidado por su cintura, continué hacia su prieto culo. Al avanzar, noté con la punta de mis dedos lo húmedo que estaban sus muslos.

La sensación me terminó de volver loco, y deslicé aun más la mano entre sus muslos, bordeando los shorts y apartando las bragas, acariciando su húmedo clítoris, que provocó que ella gimiese suavemente. Entonces, mientras seguía acariciándolo y masturbándola lentamente, empecé a besarle el cuello y las orejas.

Ella contuvo mi mano, y con la voz entrecortada, me dijo que esperase; se dio media vuelta, me atrajo hacia sí y comenzó a besarme impetuosamente, mordiéndome los labios, mientras sus ágiles y ansiosas manos me quitaban la camiseta y el bañador. Luego, tomó mi pene con su mano y empezó a masturbarme a la vez que con su mano izquierda tomaba la mía y la dirigía hacia su vagina, marcándome el ritmo. Mis dedos, cada vez más húmedos, se deslizaban en su interior.

Pero eso no me bastaba, y colocándome entre sus piernas, empecé a lamer su clítoris, disfrutando de su sabor, fui lamiendo y separando sus labios, hasta llegar a su vagina, deslizando primero la lengua por los bordes y luego introduciéndola en su vagina. Ella, ya cerca del orgasmo, trataba de apartar mi cabeza de sus piernas, pero yo continuaba masturbándola y haciendo que se retorciera de placer hasta que llegó al orgasmo y su vagina, al igual que su cuerpo, se contrajo contra mí.

- No es justo, quería correrme haciéndolo
- Bueno, eso no supone ningún problema

Entre jadeos me coloqué entre sus piernas y subí a besarla en la boca, mientras con una mano deslizaba mi pene sobre su vulva, lubricándolo, y poco a poco empecé a penetrarla, disfrutando de la sensación cómo su húmeda y caliente vagina me oprimía el pene, llegando lo más profundamente posible, de la visión de ella tratando de evitar que sus gemidos despertasen a todo el campamento, de los movimientos de sus pechos, y sobre todo, de la mirada felina que me dirigía. No podía contenerme más y fui acelerando el ritmo, con una velocidad e ímpetu trepidante hasta que finalmente cerramos los ojos y nos dejamos zambullir en el torrente de placer que recorría nuestros cuerpos.

Colocándome a su lado y acariciando su cintura le dije: sí que son relajantes los campamentos.


13/5/14

Noches en Urgencias

Segunda colaboración de Rosa Negra:


Tres horas. Tres horas más. Solo me quedan tres horas para salir.

Tres horas y estaba desesperada. Aquella había sido la guardia más larga de mi vida. Probablemente, porque el adjunto que me habían asignado era el tío más caliente que había visto en toda mi vida. Tenía poco que ver con el anterior, un señor cincuentón, serio, amargado y que hacía que cualquiera se planteara la humanidad de los médicos.

Pero el doctor Santos no era así. Hablaba con tanta pasión de su profesión que hacía que se me callera la baba solo con escucharle. Bueno, escucharle y deleitarme con la visión maravillosa de su cuerpo atlético. Cuando pasó por la puerta del despacho con una carpeta de papel y me hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera, resoplé. Con su pijama verde de quirófano, ganaba un par de puntos en la escala de “lo más hot”. Llevaba un par de botones, los de más arriba, desabrochados, dejando ver la parte superior de sus pectorales, contorneando sus hombros anchos y tentando a saber que más se ocultaba debajo.

Auscultó a la paciente y después me hizo un gesto para que lo imitara. Negué con la cabeza al no sentir nada anómalo y, con una sonrisa, se situó detrás de mí, guiándome para que escuchara en el lugar adecuado.
Su colonia, su olor masculino, me embargaron del todo. Sabía que me estaba hablando, pero no podía entender nada. Asentí cuando comprendí que había acabado de hablar y esperé, decepcionada a que se apartara, pero no lo hizo. Su pecho continuó pegado a mi espalda, desde los hombros hasta el trasero. La paciente hizo una pregunta y, entonces, dio un paso atrás, separándose de mí. Respiré hondo, lamiéndome los labios para humedecerlos, y sentí su mirada clavada en mi boca. Enrojecí al ver el ángulo que se formaba en sus pantalones.

- Ahora vendrá a ayudarla una enfermera- anunció el doctor Santos, dejando la carpeta sobre la camilla. Me hizo una seña para que saliera, y cuando los dos estuvimos en el pasillo, sus manos sujetaron mi cintura y me empujaron bruscamente al consultorio vacío más próximo.

Nada más cerrar la puerta, sus labios gruesos y húmedos recorrieron mi cuello, dejando un rastro ardiente. Ahogué un jadeo y me di la vuelta para quitarle la camisa mientras él masajeaba mi culo y sus besos descendían más, desabrochando mi pijama, hasta dejar al descubierto mis pechos, cubiertos con un sujetador de encaje negro


Alzó los ojos para mirarme de forma aprobadora y luego volvió a besarme en la boca, de forma salvaje y ardiente. Me apreté más contra él, sintiendo el bulto de su erección apretando contra mi vientre, su torso desnudo ardiendo contra mis senos, libres del sostén cuando el doctor Santos tiró del broche y lo dejó descuidadamente en el suelo. Sin dejar de besarme, me guió hacia la camilla, obligándome a sentarme en ella con los muslos separados, ocupando el espacio que quedaba entre ellos con su cuerpo.

Terminó de desvestirme rápidamente e hizo lo mismo con su ropa. Tenía un cuerpazo aun más increíble de lo que había sospechado, con su erección brillante y desafiante. Estaba tan caliente que solo con verlo pensé que llegaría al orgasmo. Me penetró con fuerza, sin preámbulos, sin ternura, pero fue lo más maravilloso que me había pasado nunca. Estaba tan mojada que entró fácilmente en mí, ahogando un jadeo ahogado, mientras yo me mordía los labios para no gritar de placer. Se movió rápidamente, succionando al tiempo mis pezones hinchados, mordisqueando la piel a su alrededor mientras yo enterraba las manos en su pelo, ya alborotado, y recorría su espalda, que se tensaba a cada embestida. Una de sus manos se coló en el hueco entre nuestros cuerpos, acariciando mi clítoris, y pensé que me moriría del placer en aquel mismo instante.

Con un gemido ahogado, me apreté más contra su mano y contra él; aceleró el ritmo hasta ser casi un tormento, se detuvo y volvió a empezar a masturbarme, con más fuerza esta vez. Por un momento, los movimientos de sus dedos y de su pene se compenetraron y todo pareció estallar a mi alrededor. Me dejé caer hacia atrás, apoyando la espalda en la pared, mientras él se separaba de mí y se sentaba en la silla, limpiándose el sudor de la frente.

- Ha sido una guardia interesante, doctora Ramos- susurró, con voz grave-. Espero volver a verla pronto.


18/4/14

Altos vuelos

Otro fin de semana deprimente estaba por venir, mi jefe había vuelto a mandarme a entrevistarme con otros posibles clientes, esta vez en Oslo. Llevaba ya tres meses llamándome de madrugada, obligándome a hacer la maleta en un segundo para tomar un vuelo que salia en tres horas a cualquier destino, ya que él estaba demasiado borracho o drogado para poder hacerlo. 

Al principio pensé que seria genial, ya que me encantaba conocer ciudades nuevas, y esto me permitía viajar varias veces al mes, pero al fin y al cabo, consistía en llegar al aeropuerto, recorrer calles hasta encontrar un hotel libre, cenar con el cliente y tratar de convencerle de repetir al día siguiente para que aceptase nuestras ofertas, lo que generalmente no pasaba, y volverme irritado al tercer día sin apenas haber tenido un respiro para hacer unas fotos. 

Por tanto, cuando recibí la llamada, metí un par de camisetas, algo de ropa interior, me puse la camisa, el traje y llamé al taxi. En el aeropuerto, mientras esperaba con la tarjeta de embarque en la mano, me decidí a que este viaje era otro fracaso, me plantaría contra mi jefe y trataría de rehacer mi vida en otro sitio. 

Media hora después, me senté en mi asiento dispuesto a tratar de entretenerme las 5 horas que tenia por delante hasta llegar a mi destino. Iba a empezar a leer en el e-book cuando mi mirada se posó sobre la azafata que estaba a mi lado; mientras explicaba las normas de seguridad, no podía dejar de mirar las largas piernas torneadas que asomaban por su minifalda azul; siguiendo hacia arriba, la camisa blanca abotonada dibujaba el contorno de sus pechos y su cintura, y para acabar el uniforme, un pañuelo rojo rodeaba su cuello. Llevaba el pelo moreno recogido en un moño, lo que remarcaba sus ojos azules y sus labios rojos. 

Traté de calmarme y concentrarme en la lectura, pero por mi cabeza no dejaban de pasar toda clase de imágenes y posturas. Miré el reloj y aun quedaban cuatro horas más de viaje, por lo que me aflojé la corbata y miré el paisaje por la ventana. Poco después pasaron con el carrito de comidas, y no se si por suerte o desdicha, la misma azafata lo llevaba. Al llegar a mi fila, el que estaba a mi lado pidió un café, por lo que sus pechos quedaron a escasos centímetros de mi cara mientras lo servía; y justo en ese momento una turbulencia sacudió el avión con la mala suerte de que cayó sobre mis pantalones, por lo que ella, avergonzada, tomó varias servilletas para tratar de quitarme la mancha cerca de mi entrepierna. 

Le dije que no se preocupara, que ya me limpiaba yo; ya que tenerla tan cerca y además frotándome tan cerca me estaba poniendo muchísimo y no quería que se diese cuenta. Ella aceptó pero con una sonrisa me dijo que ya me lo compensaría luego. Proseguí con la lectura y al poco rato apareció de nuevo la azafata y me trajo una cerveza, la cual disfruté a su salud. Cuando iba a usar la servilleta, vi que dentro estaba escrito: "siento mucho lo de la mancha, si tienes un momento, trataré de limpiarte mejor en el baño". 

Me quedé estupefacto al leerla, y con una sonrisa en los labios, esperé a que los compañeros de asiento se quedaran dormidos para encaminarme hacia el baño. Miré hacia la cabina y le hice un gesto a la azafata, la cual me guiñó un ojo y me indicó el baño de la cola. Entré y me eché agua en la cara para tratar de calmar mis nervios. Poco después golpearon suavemente la puerta con los nudillos y abrí el cerrojo para que entrase. 

En vano, le dije que no hacia falta que se preocupase, que llevaba otros pantalones en la maleta; pero ella, puso un dedo sobre mis labios para que callase y suavemente me empujó en el pecho para sentarme sobre la taza. Ella se sentó en mi regazo y me lanzó una lujuriosa mirada interrogadora; en ese momento ya no pude controlarme más y empecé a besarla con ahínco, jugando con su lengua, mientras desanudaba el pañuelo que cubría su cuello, dejándolo cerca por si después me hacia falta. Seguí deslizándome por su cuello mientras ella arrojaba mi chaqueta al suelo y comenzaba a quitarme la corbata. 

Uno a uno fui desabotonando su camisa, dejando entrever un sostén negro de encaje. Mi entrepierna amenazaba con romper los pantalones si ella seguía sentada encima; pero ella me retuvo de nuevo, desabrochando mi camisa, lo más lentamente posible. Después, bajó la cremallera de su minifalda, se puso de pie, dejándola resbalar y se agachó delante de mi, para según dijo, terminar la limpieza que había dejado a medias. 

Entonces, deslizó su mano presionando levemente mi entrepierna, lo que me cortó la respiración y empezó a desabrocharme lentamente el botón del pantalón, para dejarme sólo en los bóxer; se humedeció sus rojos labios con la lengua y comenzó a lamerme desde el ombligo mientras bajaba lentamente los calzoncillos, recorriendo toda la ingle hasta llegar a la base de mi miembro. En ese momento, tomándolo suavemente con la mano siguió recorriéndolo con su lengua hasta llegar a la punta y deslizarlo en el interior de su boca. La presión de sus labios y el jugueteo con su lengua iban a volverme loco si continuaba de esa manera. Ella, al oír como mi respiración se agitaba y se entrecortaba, tomó mi mano para que ella se excitase aún más; de modo que al contacto de mis dedos, los cuales no paraban de introducirse en su vagina, se iba humedeciendo cada vez más. 

En ese momento, la agarré de la cintura, izándola hasta dejarla de pie; y colocándome detrás de ella, besándo su espalda, y dirigí mi pene hacia su interior, introduciéndome lentamente. Coloqué mis manos sobre sus caderas, marcando un suave y profundo ritmo, disfrutando de sus nalgas chocando contra mi cuerpo. Ella, apoyada sobre la pared, fue acelerando el ritmo sobre mí, de forma que con cada penetración, sus pechos se balanceaban al compás y leves jadeos surgían desde nuestras bocas. De vez en cuando, estiraba una de mis manos para disfrutar una vez más de sus pechos y seguí acelerando. La pared del baño temblaba con cada una de las embestidas y nuestros cuerpos brillaban por el esfuerzo, hasta que ella dio un gemido suave y prolongado, que recorrió su cuerpo a la vez que yo me quedaba extasiado dentro de ella. 

Ella se dio media vuelta, me besó y me susurro que debería volver a cabina o la echarían en falta. Se empezó a vestir, a mi pesar, se puso los tacones y antes de marcharse, me dio un papel con la dirección del hotel donde se alojaría en Oslo. 

Me vestí sin prisa, con el recuerdo de su cuerpo cuerpo grabados a fuego en mi memoria. Sali y me recosté en el asiento, con una sonrisa entre los labios y el papel en la mano, pensado en la maravilla que me esperaba en Oslo.