24/11/14

Knock Out

Me encontraba en el suelo, jadeando, con el cuerpo perlado por sudor y sintiendo el corazón palpitar con frenesí en mi pecho. Trato de moverme, pero tengo todos los músculos entumecidos. Aun así, me giro y me pongo en pie, colocando los brazos para protegerme del siguiente golpe. La semana que viene es la final del campeonato de kick-boxing, y quiero ganar.

- ¿Te rindes? - dice mi profesor
- Jamás - respondo mientras trato de encajarle un golpe bajo las costillas

Él se ríe y me esquiva fácilmente. - Si quieres ganar, lo primero es alcanzar al rival - dice mientras clava sus ojos azules en mi. 

Me muevo por el ring, tratando de pensar hacia dónde dirigir mi próximo golpe. Si consiguiera golpearle por detrás de la rodilla, podría al menos desequilibrarle. Me dirijo hacia él y trato de darle una patada, pero el agarra mi pie y la que cae el suelo vuelvo a ser yo. El coloca su rodilla en mi pecho, impidiendo que me mueva. 

- Eres alta y delgada, así que tu punto fuerte es la agilidad. Trata de esquivarme. 

Asiento, y trato de concentrarme en el combate, pero hoy me es imposible, me distraigo con los músculos que marcan su camisa, su olor a sudor, y la sonrisa que me dirige cada vez que me arroja al suelo. 

Sacudo la cabeza para sacar la imagen de la cabeza, y trato de quitarle de encima de mí. Él, rápidamente sujeta mis muñecas con sus manos y se inclina para decirme:

- Sólo te dejare marchar cuando consigas derribarme.

En mi cabeza cruzó una idea, puede que no tenga la fuerza ni la agilidad necesaria, pero puedo desarmarle de otra manera, más divertida. Las miradas que me lanzaba durante el entrenamiento de todo el grupo, y que aceptase darme clases particulares, me inclinaban a pensar que le atraía; por lo que podía aprovecharme de esa “debilidad” y ya que yo también me sentía atraída por él, y ver hasta donde llegaba.

-  Está bien, dame otra oportunidad -  le digo mientras trato de empujarle a un lado con mi rodilla.
Aprovéchala bien -  me responde mientras me suelta

Me pongo en pie, y empiezo a quitarme tranquilamente los guantes.
Él arquea una ceja, y me pregunta - ¿Vas a ganarme sin ellos?

Asiento, y a continuación, me quito también la camiseta y la arrojo lejos mientras le miro fijamente a los ojos

 - De acuerdo, si estás más cómoda en sujetador, no seré yo quien te lo impida

Me acerco de nuevo al ring y me coloco en posición de defensa. Observo que ya no está tan pendiente de mis puños, y que su respiración está más agitada, por lo que trato de encajarle un golpe; pero aun estando distraído, me esquiva girando a un lado y me golpea en el costado.

- Sigues sin saber protegerte - me dice mientras se coloca detrás de mi y me coloca los brazos más abajo. Me distraigo al sentir su cálido aliento en mi nuca, y su cuerpo apretado contra el mío, deseando que me desabroche el sujetador y se arroje contra mí; por lo que me aprieto más contra él.

Él se separa de mi, pero tardando más tiempo del necesario, y al volver a colocarse en posición de pelea, noto como mira de reojo mis curvas, y traga saliva.

Me lanzo hacia él, tratando de golpearle, pero en mi cabeza solo imagino como quitarle la ropa y acariciar su cuerpo moldeado. Por lo que me desequilibro y al golpearme, caigo de nuevo al suelo, el se coloca sobre mí, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, debido no sólo a esta pelea, sino a al que se está librando en su cabeza.

Sin saber muy bien lo que hago, elevo la cabeza y le beso en los labios. Él se aparta, me mira, y me devuelve el beso. Se acerca los guantes a al boca, los desata con los dientes y los arroja, dejando que sus manos recorran libremente mi cuerpo. Su cuerpo se acerca más al mio y noto cómo su erección choca contra mi viente. Mientras sigo besándole apasionadamente, le quito la camiseta y mis manos recorren su espalda, arañándola suavemente y desde ahí, le acaricio el vientre y bajo lentamente hasta posar mi mano en su abultada entrepierna,

Sus manos me recorren la espalda, desabrochando el sujetador, y me estremezco cuando sus labios recorren mis pechos desnudos, y con otra mano, la desliza por mis pantalones cortos, metiéndose entre la tela y juega con mi clítoris, lo que hace que esté cada vez más empapada.

Poco después quedo totalmente desnuda, con al espalda apoyada en el cuadrilátero, mientras él, después de recorrer mi cintura y mi ombligo con la lengua, se coloca entre mis piernas, y empieza a recorrer mi clítoris y mis labios, haciendo que me estremezca con cada contacto. Entre jadeos, le hago parar, y le empujo para tumbarle a él en des espaldas, volviendo a besarle intensamente, disfrutando del contacto mis labios con los suyos, mientras que suavemente, comienzo a masturbarle lentamente, hasta que ya no puedo resistir más, coloco mis caderas sobre él, e introduzco su pene en mi vagina.

Gimo suavemente, mientras nuestros cuerpos se coordinan. Sus manos se colocan en mi cintura, obligándome a acelerar el ritmo, me inclino hacia él para seguir besándole y mordiendo su cuello, disfrutando de cada vez que su miembro golpea el fondo de mi vagina, más y más rápido. Ansiosos, nuestras respiraciones se agitan, con el corazón estallando en el pecho, hasta que alcanzamos el orgasmo y nos quedamos paralizados, con los cuerpos perlados de sudor.

Con una sonrisa en los labios, le digo: ¿esto cuenta como que te he derrotado, o sólo ha sido el primer asalto?



11/7/14

Estudiando anatomía

Las épocas de exámenes siempre son muy aburridas, y sobre todo, ahora en verano, con el sol derritiendo las calles y todo el mundo bañándose, yo me sumergía entre montañas de apuntes. Al menos, estaba con mi novio y la tarde se pasaba más amena entre risas y gominolas.

Un par de horas después, mi cabeza ya no podía absorber más información y me quedé mirando como se desesperaba entre las múltiples ecuaciones del maldito ejercicio, frustrado, llenando el folio de tachones. Decididamente, tenía que liberar el estrés que tenia, así que me acerqué a él por detrás y empecé a besarle y morderle el cuello, acariciándole el pecho mientras y bajando hacia su entrepierna para apretarla suavemente. 

Entonces, mirándome sugerentemente dijo: bueno, seguro que los apuntes no me echaran de menos si me ausento un buen rato. 

Aun riéndome, me senté en su regazo y continué besándole impetuosamente mientras notaba como su pene iba creciendo y poniéndose cada vez más duro. Sus manos comenzaron a recorrer mis pechos, apretándolos bajo mi camiseta, la cual poco después fue arrojada al suelo, dejando mis senos al aire. Él fue besándome desde el cuello hacia las orejas y luego, bajando hacia mi pecho, y sin dejar de lamer y mordisquear mis pezones, fue deslizando sus manos hacia mi cintura y mi entrepierna, frotándola por fuera. A continuación, hizo a un lado mis bragas y empezó a acariciar mi húmedo clítoris en círculos, lo que provocó que fuera abriendo mis piernas, aun sentada sobre él, y se fue dirigiendo hacia mi vagina, primero hundiendo un dedo y luego otro.

En ese momento, me tomó de la cintura y me arrojó contra la cama, cogió el lubricante del cajón y se echó un poco sobre los dedos, volviendo a introducirlos en seguida en mi vagina, a continuación entró el tercer dedo y poco después el cuarto, lo que me hizo morderme los labios para que los vecinos no oyeran mis gemidos. Cada vez más dilatada, terminó de meter lentamente lo que faltaba de mano, haciendo que mi espalda se curvara de placer, mientras su miembro cada vez más duro estiraba sus bóxer deseando ser él y no su mano la que estaba dentro de mi. Mi respiración estaba cada vez más agitada, acompasándose con la vertiginosa velocidad con la que entraba su puño en mi vagina, hasta que no pude más y un tremendo orgasmo recorrió cada centímetro de mi cuerpo.

Quedando extasiada sobre las sábanas unos instantes, cuando se calmó mi respiración lo suficiente, me fui acercando a él, y cogiendo la mano con la que acababa de torturarme de placer, comencé a lamer cada dedo, desde los nudillos hasta la yema, mirándole fijamente a los ojos, y luego de dos en dos, lo que provocó que cerrase los ojos y se recostase sobre la cama para disfrutar aun más de la sensación. 

Luego, soltando su mano, subí hacia su cuello, jugueteando con su nuez, y despacio me fui acercando al ombligo, y tomando su pene, fui deslizando mis labios y la lengua por la punta, humedeciéndolo lentamente antes de comenzar a masturbarle con ambas manos, lo que hizo que comenzara a estremecerse de placer. En ese momento, me coloqué sobre él y poco a poco fui introduciendo su miembro en mi interior, moviendo la cadera hasta conseguir que me penetrase profundamente, y cogiendo su mano, la coloqué sobre mi vientre, de modo que pudiera apreciar cada embestida en mi interior. 

Luego fui acelerando, disfrutando del impacto de su pene y testículos contra mi cuerpo, dejando que fuera el instinto el que fuera guiando el ritmo. Sus manos recorrían mi espalda, arañándola ligeramente mientras los quejidos del colchón acompañaban nuestros gemidos, el sudor nos impregnaba hasta que, en una embestida final, el orgasmo paralizó nuestros cuerpos y caí extasiada a su lado, temblando aun de placer. 


5/7/14

Se les fue de las manos

Este verano había conseguido un trabajo de monitor de campamento para ganar algo de dinero. Eramos cinco monitores, dos chicos y tres chicas, cuidado de cincuenta muchachos entre 10 y 15 años. Hoy habíamos realizado una ruta 15 kilómetros con los muchachos para llegar a una laguna entre las montañas. 

Las vistas desde allí eran impresionantes, tanto el paisaje como una de las monitoras. Era alta, estilizada, con una cara enmarcada en rizos azabaches, siempre sonriente. La camiseta de tirantes y los shorts acentuaban aún más su figura; por eso me fue imposible apartar su mirada mientras se quedaba en bikini antes de zambullirse en el agua. 

Agité la cabeza tratando de despejar la cabeza del torrente de toda clase de imágenes con ella. Me quedé en bañador esperando a los chavales más rezagados y nos metimos todos en el agua. Allí quede impresionado de la gracilidad con la que ella nadaba hacia los chicos más despistados, haciéndoles ahogadillas para organizar un varios juegos en el agua. Cuando miraba como se entretenían los muchachos, de repente, sentí que me hundía en el agua y al salir de superficie, ahí estaba ella, riéndose a carcajada limpia:

- He visto estatuas más vivas- dijo ella y a continuación volvió a hacerme otra ahogadilla.
- Solo estaba vigilándoles - respondí, algo enojado
- ¡Qué seriedad! Estarán entretenidos un tiempo, y así podremos despreocuparnos un rato y disfrutar de las vistas
- Si, las vistas son increíbles - pensando más en lo que dejaba entreveer su bikini ajustado
- Tienes una forma peculiar de ver el paisaje en el agua - me respondió con picardía, a la vez que me salpicaba
- Estaba viendo el reflejo de las montañas - dije algo avergonzado
- Jajajaja, seguro. Bueno, es hora de volver con las minibestias.

Me quedé un rato viendo como se alejaba nadando hacia ellos, y tras coger aire, traté de impedir que mi erección fuera a más. Un rato después, más calmado, salimos todos a preparar la comida en la orilla antes de emprender el regreso al camping.

Una vez terminada la cena alrededor de la hoguera y la pequeña fiesta nocturna, los chavales se fueron yendo a sus respectivas tiendas a dormir, quedándonos solo los monitores, hasta que poco rato después, los otros tres se fueron a descansar y nos quedamos ella y yo solos saboreando tranquilamente una cerveza a la luz de la hoguera y las estrellas.

- Estaba pensando en que podrías venir a mi tienda a organizar las tareas para mañana, que al estar más retirados, no despertaríamos a los demás.
- Bueno - dijo mientras se desperezaba - al menos me podré estirar un poco.

Nada más llegar a mi tienda, ella se dejó caer sobre el saco, exhalando un suspiro.
- ¡Al fin, un descanso! Tengo la espalda hecha pedazos de la mochila
- Bueno, si quieres, puedo intentar aliviar la tensión con un masaje.

Me arrepentí en el preciso momento que terminé la frase, pensando que había fastidiado todas las posibles opciones con mi atrevimiento.

- Jajajaja, adelante, seguro que no puedes dejarla peor, adelante - dijo mientras se quitaba la camiseta, y su sujetador negro quedaba a menos de un palmo de mis ojos.

Sin dejar de mirarme fijamente, se fue recostando lentamente sobre mi saco. Me senté a su lado, pillé el aftersun que tenia en la mochila, y empecé a masajearle el cuello con los pulgares en círculos, bajando poco a poco a sus hombros y hacia la espalda.

- No se te da nada mal, igual así estás más cómodo - dijo con los ojos cerrados poco después soltando el cierre del  sujetador.

No podía creer la suerte que estaba teniendo, así que tentándola, fui acercándome cada vez más hacia su culo tan bien realzado con los shorts. Mi cabeza no hacia más que imaginarse recorriendo su cuerpo con la lengua en vez que con las manos, por lo que tuve que hacerme hacia atrás para no rozarla con mi erección.

Ella, ante mi movimiento, abrió los ojos y vio el bulto que sobresalía de mi bañador, y sonriendo maliciosamente me dijo:
- No sabia que hacer masajes me hiciera tan "feliz", así que no voy a ser tan cruel para impedírtelo - y volvió a bajar la cabeza y cerrando los ojos. Ella también estaba excitada, y lentamente fue separando las piernas, dejando entrever una continuación alternativa del masaje.

Yo cada vez estaba más caliente, sobretodo por la lucha interna entre desnudarla rasgando la poca ropa que le quedaba y pasarme de la raya y ganarme un buen merecido tortazo. Al ver que me dejaba seguir, seguí masajeando su espalda, avanzando con mucho cuidado hasta rozar sus suaves pechos, deteniéndome un rato, pero al ver que ella no dijo nada, empecé a acariciarlos, sintiéndolos cálidos entre mis manos, y de ahí, pasando con cuidado por su cintura, continué hacia su prieto culo. Al avanzar, noté con la punta de mis dedos lo húmedo que estaban sus muslos.

La sensación me terminó de volver loco, y deslicé aun más la mano entre sus muslos, bordeando los shorts y apartando las bragas, acariciando su húmedo clítoris, que provocó que ella gimiese suavemente. Entonces, mientras seguía acariciándolo y masturbándola lentamente, empecé a besarle el cuello y las orejas.

Ella contuvo mi mano, y con la voz entrecortada, me dijo que esperase; se dio media vuelta, me atrajo hacia sí y comenzó a besarme impetuosamente, mordiéndome los labios, mientras sus ágiles y ansiosas manos me quitaban la camiseta y el bañador. Luego, tomó mi pene con su mano y empezó a masturbarme a la vez que con su mano izquierda tomaba la mía y la dirigía hacia su vagina, marcándome el ritmo. Mis dedos, cada vez más húmedos, se deslizaban en su interior.

Pero eso no me bastaba, y colocándome entre sus piernas, empecé a lamer su clítoris, disfrutando de su sabor, fui lamiendo y separando sus labios, hasta llegar a su vagina, deslizando primero la lengua por los bordes y luego introduciéndola en su vagina. Ella, ya cerca del orgasmo, trataba de apartar mi cabeza de sus piernas, pero yo continuaba masturbándola y haciendo que se retorciera de placer hasta que llegó al orgasmo y su vagina, al igual que su cuerpo, se contrajo contra mí.

- No es justo, quería correrme haciéndolo
- Bueno, eso no supone ningún problema

Entre jadeos me coloqué entre sus piernas y subí a besarla en la boca, mientras con una mano deslizaba mi pene sobre su vulva, lubricándolo, y poco a poco empecé a penetrarla, disfrutando de la sensación cómo su húmeda y caliente vagina me oprimía el pene, llegando lo más profundamente posible, de la visión de ella tratando de evitar que sus gemidos despertasen a todo el campamento, de los movimientos de sus pechos, y sobre todo, de la mirada felina que me dirigía. No podía contenerme más y fui acelerando el ritmo, con una velocidad e ímpetu trepidante hasta que finalmente cerramos los ojos y nos dejamos zambullir en el torrente de placer que recorría nuestros cuerpos.

Colocándome a su lado y acariciando su cintura le dije: sí que son relajantes los campamentos.


13/5/14

Noches en Urgencias

Segunda colaboración de Rosa Negra:


Tres horas. Tres horas más. Solo me quedan tres horas para salir.

Tres horas y estaba desesperada. Aquella había sido la guardia más larga de mi vida. Probablemente, porque el adjunto que me habían asignado era el tío más caliente que había visto en toda mi vida. Tenía poco que ver con el anterior, un señor cincuentón, serio, amargado y que hacía que cualquiera se planteara la humanidad de los médicos.

Pero el doctor Santos no era así. Hablaba con tanta pasión de su profesión que hacía que se me callera la baba solo con escucharle. Bueno, escucharle y deleitarme con la visión maravillosa de su cuerpo atlético. Cuando pasó por la puerta del despacho con una carpeta de papel y me hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera, resoplé. Con su pijama verde de quirófano, ganaba un par de puntos en la escala de “lo más hot”. Llevaba un par de botones, los de más arriba, desabrochados, dejando ver la parte superior de sus pectorales, contorneando sus hombros anchos y tentando a saber que más se ocultaba debajo.

Auscultó a la paciente y después me hizo un gesto para que lo imitara. Negué con la cabeza al no sentir nada anómalo y, con una sonrisa, se situó detrás de mí, guiándome para que escuchara en el lugar adecuado.
Su colonia, su olor masculino, me embargaron del todo. Sabía que me estaba hablando, pero no podía entender nada. Asentí cuando comprendí que había acabado de hablar y esperé, decepcionada a que se apartara, pero no lo hizo. Su pecho continuó pegado a mi espalda, desde los hombros hasta el trasero. La paciente hizo una pregunta y, entonces, dio un paso atrás, separándose de mí. Respiré hondo, lamiéndome los labios para humedecerlos, y sentí su mirada clavada en mi boca. Enrojecí al ver el ángulo que se formaba en sus pantalones.

- Ahora vendrá a ayudarla una enfermera- anunció el doctor Santos, dejando la carpeta sobre la camilla. Me hizo una seña para que saliera, y cuando los dos estuvimos en el pasillo, sus manos sujetaron mi cintura y me empujaron bruscamente al consultorio vacío más próximo.

Nada más cerrar la puerta, sus labios gruesos y húmedos recorrieron mi cuello, dejando un rastro ardiente. Ahogué un jadeo y me di la vuelta para quitarle la camisa mientras él masajeaba mi culo y sus besos descendían más, desabrochando mi pijama, hasta dejar al descubierto mis pechos, cubiertos con un sujetador de encaje negro


Alzó los ojos para mirarme de forma aprobadora y luego volvió a besarme en la boca, de forma salvaje y ardiente. Me apreté más contra él, sintiendo el bulto de su erección apretando contra mi vientre, su torso desnudo ardiendo contra mis senos, libres del sostén cuando el doctor Santos tiró del broche y lo dejó descuidadamente en el suelo. Sin dejar de besarme, me guió hacia la camilla, obligándome a sentarme en ella con los muslos separados, ocupando el espacio que quedaba entre ellos con su cuerpo.

Terminó de desvestirme rápidamente e hizo lo mismo con su ropa. Tenía un cuerpazo aun más increíble de lo que había sospechado, con su erección brillante y desafiante. Estaba tan caliente que solo con verlo pensé que llegaría al orgasmo. Me penetró con fuerza, sin preámbulos, sin ternura, pero fue lo más maravilloso que me había pasado nunca. Estaba tan mojada que entró fácilmente en mí, ahogando un jadeo ahogado, mientras yo me mordía los labios para no gritar de placer. Se movió rápidamente, succionando al tiempo mis pezones hinchados, mordisqueando la piel a su alrededor mientras yo enterraba las manos en su pelo, ya alborotado, y recorría su espalda, que se tensaba a cada embestida. Una de sus manos se coló en el hueco entre nuestros cuerpos, acariciando mi clítoris, y pensé que me moriría del placer en aquel mismo instante.

Con un gemido ahogado, me apreté más contra su mano y contra él; aceleró el ritmo hasta ser casi un tormento, se detuvo y volvió a empezar a masturbarme, con más fuerza esta vez. Por un momento, los movimientos de sus dedos y de su pene se compenetraron y todo pareció estallar a mi alrededor. Me dejé caer hacia atrás, apoyando la espalda en la pared, mientras él se separaba de mí y se sentaba en la silla, limpiándose el sudor de la frente.

- Ha sido una guardia interesante, doctora Ramos- susurró, con voz grave-. Espero volver a verla pronto.


18/4/14

Altos vuelos

Otro fin de semana deprimente estaba por venir, mi jefe había vuelto a mandarme a entrevistarme con otros posibles clientes, esta vez en Oslo. Llevaba ya tres meses llamándome de madrugada, obligándome a hacer la maleta en un segundo para tomar un vuelo que salia en tres horas a cualquier destino, ya que él estaba demasiado borracho o drogado para poder hacerlo. 

Al principio pensé que seria genial, ya que me encantaba conocer ciudades nuevas, y esto me permitía viajar varias veces al mes, pero al fin y al cabo, consistía en llegar al aeropuerto, recorrer calles hasta encontrar un hotel libre, cenar con el cliente y tratar de convencerle de repetir al día siguiente para que aceptase nuestras ofertas, lo que generalmente no pasaba, y volverme irritado al tercer día sin apenas haber tenido un respiro para hacer unas fotos. 

Por tanto, cuando recibí la llamada, metí un par de camisetas, algo de ropa interior, me puse la camisa, el traje y llamé al taxi. En el aeropuerto, mientras esperaba con la tarjeta de embarque en la mano, me decidí a que este viaje era otro fracaso, me plantaría contra mi jefe y trataría de rehacer mi vida en otro sitio. 

Media hora después, me senté en mi asiento dispuesto a tratar de entretenerme las 5 horas que tenia por delante hasta llegar a mi destino. Iba a empezar a leer en el e-book cuando mi mirada se posó sobre la azafata que estaba a mi lado; mientras explicaba las normas de seguridad, no podía dejar de mirar las largas piernas torneadas que asomaban por su minifalda azul; siguiendo hacia arriba, la camisa blanca abotonada dibujaba el contorno de sus pechos y su cintura, y para acabar el uniforme, un pañuelo rojo rodeaba su cuello. Llevaba el pelo moreno recogido en un moño, lo que remarcaba sus ojos azules y sus labios rojos. 

Traté de calmarme y concentrarme en la lectura, pero por mi cabeza no dejaban de pasar toda clase de imágenes y posturas. Miré el reloj y aun quedaban cuatro horas más de viaje, por lo que me aflojé la corbata y miré el paisaje por la ventana. Poco después pasaron con el carrito de comidas, y no se si por suerte o desdicha, la misma azafata lo llevaba. Al llegar a mi fila, el que estaba a mi lado pidió un café, por lo que sus pechos quedaron a escasos centímetros de mi cara mientras lo servía; y justo en ese momento una turbulencia sacudió el avión con la mala suerte de que cayó sobre mis pantalones, por lo que ella, avergonzada, tomó varias servilletas para tratar de quitarme la mancha cerca de mi entrepierna. 

Le dije que no se preocupara, que ya me limpiaba yo; ya que tenerla tan cerca y además frotándome tan cerca me estaba poniendo muchísimo y no quería que se diese cuenta. Ella aceptó pero con una sonrisa me dijo que ya me lo compensaría luego. Proseguí con la lectura y al poco rato apareció de nuevo la azafata y me trajo una cerveza, la cual disfruté a su salud. Cuando iba a usar la servilleta, vi que dentro estaba escrito: "siento mucho lo de la mancha, si tienes un momento, trataré de limpiarte mejor en el baño". 

Me quedé estupefacto al leerla, y con una sonrisa en los labios, esperé a que los compañeros de asiento se quedaran dormidos para encaminarme hacia el baño. Miré hacia la cabina y le hice un gesto a la azafata, la cual me guiñó un ojo y me indicó el baño de la cola. Entré y me eché agua en la cara para tratar de calmar mis nervios. Poco después golpearon suavemente la puerta con los nudillos y abrí el cerrojo para que entrase. 

En vano, le dije que no hacia falta que se preocupase, que llevaba otros pantalones en la maleta; pero ella, puso un dedo sobre mis labios para que callase y suavemente me empujó en el pecho para sentarme sobre la taza. Ella se sentó en mi regazo y me lanzó una lujuriosa mirada interrogadora; en ese momento ya no pude controlarme más y empecé a besarla con ahínco, jugando con su lengua, mientras desanudaba el pañuelo que cubría su cuello, dejándolo cerca por si después me hacia falta. Seguí deslizándome por su cuello mientras ella arrojaba mi chaqueta al suelo y comenzaba a quitarme la corbata. 

Uno a uno fui desabotonando su camisa, dejando entrever un sostén negro de encaje. Mi entrepierna amenazaba con romper los pantalones si ella seguía sentada encima; pero ella me retuvo de nuevo, desabrochando mi camisa, lo más lentamente posible. Después, bajó la cremallera de su minifalda, se puso de pie, dejándola resbalar y se agachó delante de mi, para según dijo, terminar la limpieza que había dejado a medias. 

Entonces, deslizó su mano presionando levemente mi entrepierna, lo que me cortó la respiración y empezó a desabrocharme lentamente el botón del pantalón, para dejarme sólo en los bóxer; se humedeció sus rojos labios con la lengua y comenzó a lamerme desde el ombligo mientras bajaba lentamente los calzoncillos, recorriendo toda la ingle hasta llegar a la base de mi miembro. En ese momento, tomándolo suavemente con la mano siguió recorriéndolo con su lengua hasta llegar a la punta y deslizarlo en el interior de su boca. La presión de sus labios y el jugueteo con su lengua iban a volverme loco si continuaba de esa manera. Ella, al oír como mi respiración se agitaba y se entrecortaba, tomó mi mano para que ella se excitase aún más; de modo que al contacto de mis dedos, los cuales no paraban de introducirse en su vagina, se iba humedeciendo cada vez más. 

En ese momento, la agarré de la cintura, izándola hasta dejarla de pie; y colocándome detrás de ella, besándo su espalda, y dirigí mi pene hacia su interior, introduciéndome lentamente. Coloqué mis manos sobre sus caderas, marcando un suave y profundo ritmo, disfrutando de sus nalgas chocando contra mi cuerpo. Ella, apoyada sobre la pared, fue acelerando el ritmo sobre mí, de forma que con cada penetración, sus pechos se balanceaban al compás y leves jadeos surgían desde nuestras bocas. De vez en cuando, estiraba una de mis manos para disfrutar una vez más de sus pechos y seguí acelerando. La pared del baño temblaba con cada una de las embestidas y nuestros cuerpos brillaban por el esfuerzo, hasta que ella dio un gemido suave y prolongado, que recorrió su cuerpo a la vez que yo me quedaba extasiado dentro de ella. 

Ella se dio media vuelta, me besó y me susurro que debería volver a cabina o la echarían en falta. Se empezó a vestir, a mi pesar, se puso los tacones y antes de marcharse, me dio un papel con la dirección del hotel donde se alojaría en Oslo. 

Me vestí sin prisa, con el recuerdo de su cuerpo cuerpo grabados a fuego en mi memoria. Sali y me recosté en el asiento, con una sonrisa entre los labios y el papel en la mano, pensado en la maravilla que me esperaba en Oslo.



15/2/14

Apagón

No paraba de diluviar el ese sábado por la tarde y estaban cayendo numerosos rayos, por lo que quedamos en mi casa para ver una película. Estamos tumbados en la cama, comiendo unas palomitas, yo con mi cabeza apoyada sobre su hombro. Como la calefacción estaba a tope, yo llevaba puesto un pantalón corto y una camiseta de tirantes mientras que él solo vestía una camiseta de manga corta y un bóxer.

A mitad de la película se oyó un trueno muy fuerte y medio barrio nos quedamos a oscuras, durante unos minutos seguimos hablando y comiendo las palomitas esperando a que la luz volviese, pero al ver que tardaba, él me susurró que podíamos aprovechar a hacer algo hasta que regresara la electricidad; a la vez que deslizaba su mano por mi muslo. 

Mientras intuía su silueta, me acerqué lentamente y comencé a besarle, tomando su nuca entre mis manos, y dirigiéndole para que siguiera besándome el cuello hacia el pecho, quitándonos la poca ropa que quedaba. Él tomó mi cuerpo con ansia, y mientras me besaba y lamía un pecho, jugaba con el otro entre sus manos. Luego subió de nuevo hacia mi boca, presionando intensamente su entrepierna entre mis muslos. 

Entonces, le hice a un lado, y me coloqué sobre él y empecé a masturbarle lentamente con la mano, a la vez que empezaba a lamerle desde la base hacia arriba, recorriendo cada recoveco con mi lengua y mis labios. En ese momento, me suplicó que parase y me dijo que me diera la vuelta, para poder torturarme de placer a la vez que yo a él. Era una sensación muy agradable masturbarle y ser masturbada al mismo tiempo, de modo que nuestras bocas se sincronizaban, yo sobre su pene y él sobre mi clítoris, al igual que nuestros jadeos.

Nuestras respiraciones estaban cada vez más agitadas, por lo que le agarré ansiosamente y le tumbé sobre la cama; me coloqué sobre él y le introduje en mi, arqueándome cada vez que entraba hasta el máximo; con nuestros cuerpos iluminándose únicamente cuando caían los relámpagos; aumentando la velocidad y la intensidad hasta que mi espalda se combó y una descarga recorrió nuestros cuerpos, cayendo desplomados entre las sábanas. 


18/1/14

Despertar

El sol entraba a raudales por la ventana, despertándome, me giré y le vi que seguía durmiendo plácidamente, le acaricié suavemente bajo las mantas, y cuando llegué a la entrepierna noté que estaba excitado.

Como nos habíamos entretenido hasta tarde esa noche, me di la vuelta y traté de seguir durmiendo, pero el instinto se apoderó de mi, y muy despacio, fui acariciándole el miembro, tratando de no despertarle aún. Él iba excitándose cada vez más y su respiración se agitaba, por lo que no pude resistirme y me metí debajo de las mantas. 

Le bajé con cuidado el calzoncillo y, tomando su pene con mi mano, empecé a masturbarle lentamente y con mucho cuidado, fui haciendo círculos con mi lengua, apretándolo contra mis labios y poco a poco lo introduje en mi boca, subiendo y bajando lentamente. En ese momento se despertó, y mirándome sorprendido, fue a decir algo, pero lo único que hizo muy suspirar y volvió de cerrar los ojos, disfrutando del momento. Por lo que fui acelerando el ritmo, hasta que ya no pudo aguantar más, arrojó lejos las mantas, y me atrajo hacia él, besándome el cuello, quitándome el picardías y masturbándome desenfrenadamente. 

Entonces, me puso de lado colocando sus piernas entre las mías, de modo que subió una de mis piernas contra su pecho y empezó a penetrarme profundamente, sin apenas contenerse, con un ritmo tan rápido e intenso que la cama crujía, enmudeciendo nuestros jadeos, hasta que juntos alcanzamos el orgasmo, quedando nuestros cuerpos sudorosos al sol. 

12/1/14

Doble placer

Esa noche habíamos tomado alguna cerveza de más cuando llegamos a su casa; así que según entramos nos dirigimos directamente al dormitorio. Allí me arrojó hacia la cama, se colocó sobre mí y empezó a besarme apasionadamente mientras sus manos iban desnudándome hasta dejarme en ropa interior.

Le dije que no era justo que pasara frío yo sola y le fui quietando el resto de la ropa, dejándole solamente con un boxer cada vez más abultado. Por lo que, me quitó el sujetador y empezó a besar, mordisquear mis pechos, a mismo tiempo que su mano arrojó lejos mis bragas y empezaba a masturbarme. Al principio con dos dedos, y como estaba empezando a jadear, introdujo el tercero. 

Mi sorpresa fue mayúscula cuando noté que introducía el pulgar por mi ano. Me dijo que si molestaba mucho pararía; pero como me había dejado muy excitada y tenía curiosidad, le dejé continuar. Él tomó el bote de lubricante de la mesilla y poco a poco introdujo otro dedo, dilatándome lentamente. Era una sensación muy extraña y placentera, por lo que mi respiración estaba cada vez más agitada; así que él no desaprovechó la situación, me colocó de rodillas sobre la cama y se puso lubricante en su pene, para irlo introduciendo lentamente por mi ano. 

Aunque estaba mentalizada, no pude reprimir un grito de dolor, y él me preguntó de nuevo si quería seguir adelante; pero entre la excitación y la embriaguez, le contesté que seria mejor no quedarnos a medias. Centímetro a centímetro fue introduciendo más su miembro, y para mitigar mi dolor, mientras con su mano derecha guiaba mi cadera acorde a sus embestidas, usó su mano izquierda para masturbarme.

La sensación de doble penetración era muy intensa, bastante más placentera de lo normal al unirse ambas sensaciones, lo que me excitó de gran manera. Él fue incrementando la velocidad hasta que poco antes del orgasmo, me tomó con ambas manos, penetrándome rápida y profundamente. Un salvaje orgasmo recorrió nuestros cuerpos simultáneamente y caímos desplomados sobre el colchón.