Ese verano había ido de vacaciones con los colegas a la playa. Habíamos acampado por ahí cerca y nos fuimos a bañar. Después de hacer un poco el tonto en el agua, salí a por una cerveza y cuando termine de echarle un trago, la vi. Ella estaba sentada, con un precioso y ajustado bikini blanco, tomándose un helado, lamiéndolo lentamente, que empezaba a derretirse por su mano y amenazaba con gotear sobre ella.
En ese momento tuve que darme la vuelta y tumbarme boca-abajo, disimulando la erección. Poco después llegaron el resto de mis colegas y empezaron a hacer bromas descaradas de mi situación. Cuando fui suficiente persona para poder sentarme, vi que ella estaba riéndose con sus amigas, las cuales me no dejaban de mirarme y seguir partiéndose de risa.
Nos volvimos al agua poco después y ella y alguna de sus amigas se apuntaron. Me acerqué a presentarme y hablar un poco con ella; y en aquel momento, una gran ola nos pilló desprevenidos, y con ella se fue la parte superior del bikini. Ella trató de taparse los pechos con las manos y avisar a sus amigas, y al verme tan cerca, se sumergió inmediatamente sonrojada.
Mis amigos, me pasaron el bikini, y me lanzaron una mirada, de "es tu oportunidad, tío". Me acerqué a ella y le tendí el bikini bajo una promesa, vernos esa noche en la playa. Como empezábamos a morirnos de hambre, recogimos las cosas y me fui pensando en qué pasaría más tarde.
Esa noche nos encontramos todos en al arena, en torno a una hoguera con música de fondo, mientras bebíamos alcohol y pasábamos el rato jugando al yo nunca. El ambiente se iba caldeando por momentos; así que le sugerí ir a dar por ahí una vuelta. Tras un rato caminando y hablando de tonterías, encontramos una zona apartada y nos paramos allí. En ese momento no pude aguantarme más, la agarré por la cintura y empecé a besarla, y ella respondió, jugando también con mi lengua. Mis manos acariciaron su nuca, su cuello.
Nos tumbamos sobre la arena y empezamos a desvestirnos mutuamente. Ella continuó besándome en el cuello, bajando por el pecho y a enredar por mi ombligo, lo que me provocaba unas ganas increíbles de que siguiera. Entonces ella empezó a masturbarme rápidamente, y cuando vio que estaba cerca, enlenteció el ritmo, y poco a poco volvió a acelerar. Yo no iba a ser menos, así que empecé también a masturbarla, primero jugando con su clítoris y luego, cuando estuvo más húmeda, introduciendo mis dedos en su vagina. En ese momento, ella me recostó sobre la arena y se colocó sobre mí. Se acercó a besarme y me susurró que ahora si que iba a ver las estrellas; introdujo mi miembro en su interior y fue marcando el ritmo con sus caderas, acelerando continuamente, hasta que llegamos al orgasmo y gemimos.
Solo entonces nos dimos cuenta que no estábamos tan lejos de la hoguera como habíamos pensado y que la música se había acabado. Nos miramos, sabiendo que nos habían oído nuestros amigos.