29/11/13

Playa y helados

Ese verano había ido de vacaciones con los colegas a la playa. Habíamos acampado por ahí cerca y nos fuimos a bañar. Después de hacer un poco el tonto en el agua, salí a por una cerveza y cuando termine de echarle un trago, la vi. Ella estaba sentada, con un precioso y ajustado bikini blanco, tomándose un helado, lamiéndolo lentamente, que empezaba a derretirse por su mano y amenazaba con gotear sobre ella.

En ese momento tuve que darme la vuelta y tumbarme boca-abajo, disimulando la erección. Poco después llegaron el resto de mis colegas y empezaron a hacer bromas descaradas de mi situación. Cuando fui suficiente persona para poder sentarme, vi que ella estaba riéndose con sus amigas, las cuales me no dejaban de mirarme y seguir partiéndose de risa. 

Nos volvimos al agua poco después y ella y alguna de sus amigas se apuntaron. Me acerqué a presentarme y hablar un poco con ella; y en aquel momento, una gran ola nos pilló desprevenidos, y con ella se fue la parte superior del bikini. Ella trató de taparse los pechos con las manos y avisar a sus amigas, y al verme tan cerca, se sumergió inmediatamente sonrojada.

Mis amigos, me pasaron el bikini, y me lanzaron una mirada, de "es tu oportunidad, tío". Me acerqué a ella y le tendí el bikini bajo una promesa, vernos esa noche en la playa. Como empezábamos a morirnos de hambre, recogimos las cosas y me fui pensando en qué pasaría más tarde.

Esa noche nos encontramos todos en al arena, en torno a una hoguera con música de fondo, mientras bebíamos alcohol y pasábamos el rato jugando al yo nunca. El ambiente se iba caldeando por momentos; así que le sugerí ir a dar por ahí una vuelta. Tras un rato caminando y hablando de tonterías, encontramos una zona apartada y nos paramos allí. En ese momento no pude aguantarme más, la agarré por la cintura y empecé a besarla, y ella respondió, jugando también con mi lengua. Mis manos acariciaron su nuca, su cuello.

Nos tumbamos sobre la arena y empezamos a desvestirnos mutuamente. Ella continuó besándome en el cuello, bajando por el pecho y a enredar por mi ombligo, lo que me provocaba unas ganas increíbles de que siguiera. Entonces ella empezó a masturbarme rápidamente, y cuando vio que estaba cerca, enlenteció el ritmo, y poco a poco volvió a acelerar. Yo no iba a ser menos, así que empecé también a masturbarla, primero jugando con su clítoris y luego, cuando estuvo más húmeda, introduciendo mis dedos en su vagina. En ese momento, ella me recostó sobre la arena y se colocó sobre mí. Se acercó a besarme y me susurró que ahora si que iba a ver las estrellas; introdujo mi miembro en su interior y fue marcando el ritmo con sus caderas, acelerando continuamente, hasta que llegamos al orgasmo y gemimos.

Solo entonces nos dimos cuenta que no estábamos tan lejos de la hoguera como habíamos pensado y que la música se había acabado. Nos miramos, sabiendo que nos habían oído nuestros amigos.


23/11/13

Love in a elevator

El calor de agosto era insoportable; además estar en casa con mis padres no era muy divertido. Lo único que me animaba eran las vistas, no conseguía sacar a mi vecina de la cabeza. Ella vivía al otro lado del patio, quedando mi habitación enfrente de la suya, de modo que verla todos los días en sujetador y shorts por su habitación me estaba volviendo loco. Era un pibón, alta, morena, estilizada y con unos pechos que hipnotizaban.

Como me di cuenta que seria incapaz de hacer algo útil esa tarde, me duché y me puse unos pantalones y una camiseta para ir al gimnasio, a ver si me despejaba. Entré en el ascensor, y mientras me ataba las zapatillas, ella entró. Me recompuse como pude y pulsé el botón para bajar. 

Ella llevaba puesta una camisa muy ajustada y una falda con una abertura en el lateral, que mostraba más muslo de lo que era capaz de aguantar. Entonces, el ascensor se paró, nos miramos sorprendidos y tratamos de pulsar los botones para abrir y llamar si nos oía alguien; pero al parecer, todo el mundo estaba disfrutando en la calle.

En el pequeño ascensor cada vez hacía más calor, ella se sentó en el suelo, lo que provocó que su falda aún se hiciera más corta y la camisa se ajustó más a su pecho, de modo que en cualquier momento podría saltar el botón. Aquello me calentó aun más y tuve que sentarme y para disimular, me quité la camiseta y la coloqué en mi regazo.

Sin embargo, fue demasiado tarde, porque ella vio el tremendo bulto que se estaba formando en la entrepierna del joven, lo que provocó que se mordiera el labio pues era demasiado grande, y no podía reprimir la curiosidad. Además, sus anchas espaldas y los brazos moldeados tampoco le ayudaban a mantener la calma.

Ella comenzó a desabrocharse la camisa, empezando por los botones de abajo; de modo que sus pechos casi se desbordaban del sujetador cuando terminó de quitársela. Traté de apretar más la camiseta en mi regazo para disimular, pero provocó el efecto contrario, excitándome aún más, por lo que desistí y arrojé la camiseta a un lado. 

Me acerqué a ella, la tomé por la cintura y comencé a besarla, mordisqueando su boca, cuello, orejas. Ella respondió con una pasión desbordante, recorriendome con sus manos, hasta llegar al pantalón, desatándomelo y bajandomelo en un instante; lo que provocó que mi miembro se presionara sobre ella al igual que hacían sus pechos sobre mi. Ella dejó caer la falda a sus pies, y no llevaba nada debajo. 

La cara de sorpresa al quitarle los calzoncillos fue mayúscula, pues su imaginación se había quedado corta; su verga era bastante más larga y ancha de lo normal, lo que provocó que se humedeciese tanto que le tomó la mano y le guió para que comenzase a masturbarla.

Esto si que me dejó sorprendido, pero no desaproveché la ocasión, así que jugué con su clítoris e introduje un par de dedos, el tiempo suficiente para oirla gemir...Entonces la tumbé de espaldas y me coloqué entre sus piernas. Introduje mi miembro con cuidado, pues sabia que era un poco mayor de lo normal y no quería hacerle daño, pero ella me abrazó la espalda con sus piernas y me atrajo hacia sí, hasta penetarla completamente. Ella comenzó marcando un ritmo lento pero profundo, pero conforme a nuestras respiraciones se fueron agitando cada vez más, mi instinto pedía más y más, acelerando hasta que pensé que iba a explotar.

Entonces, llegué al orgasmo y la sensación me recorrió el cuerpo entero, dejándome exhausto durante el mismo instante en que ella gritaba de placer... resonando su eco por los pasillos. 

17/11/13

París

Colaboración de Rosa Negra:

Siempre había querido hacerlo en París, así que cuando el atractivo desconocido se sentó a mi lado en la barra del bar y, con un perfecto acento, pidió una copa para mí, no dejé que me pudiera la timidez. Ni siquiera cuando su mano ascendió descaradamente por mi muslo, hasta llegar al borde de la falda.
Me miró enarcando una ceja y me apresuré a cubrirme las piernas con el abrigo, separándolas discretamente para dejarle paso libre.

Acarició mi clítoris por encima de las bragas, haciendo círculos rápidamente, primero delicadamente, aumentando luego la presión. Me mordí el labio para evitar jadear de placer, sintiendo que mi ropa interior empezaba a mojarse. Su pantalón estaba abultado en la entrepierna y sus ojos brillaban de la excitación.

Me levanté despacio y caminé hacia la puerta del bar del hotel, dirigiéndole una mirada invitadora antes de salir.

Y al llegar a la puerta de mi dormitorio, sentí de nuevo su presencia, su aliento en mi nuca, su pecho empujando mi espalda cuando abrí, arrinconándome contra la pared mientras metía las manos por debajo de mi blusa, masajeándome los pechos.


Me desprendí de la falda y de los pantis apresuradamente, mientras él se arrancaba la camisa y dejaba los pantalones abandonados en el suelo.

Nos tumbamos en el suelo, sobre la alfombra, su cuerpo musculado cubriéndome por completo, sus labios recorriendo mi cuello, bajando por mi pecho y tomando mis pezones unos segundos antes de erguirse, sonriendo con presunción y centrarse en mi húmedo clítoris, tomándolo en sus labios y moviendo la lengua con habilidad. Grité de placer y me retorcí, tomando las riendas.


Me senté encima de él y le masturbe despacio, recreándome en el tamaño de su miembro, saboreándolo despacio, hasta que supe que no aguantaría mucho más.

Con determinación, separé bien las piernas y lo introduje dentro de mí, jadeando cuando me llenó por completo, meciendo las caderas hábilmente hasta llegar al éxtasis.

Grité con fuerzas, dirigiendo mi mirada hacia la ventana abierta, que permitía disfrutar de las vistas de la ciudad de la luz.


Sí, siempre había querido hacerlo en Paris.

15/11/13

Cirros

Las vistas desde el globo aerostático eran impresionantes, bajo nosotros había una gran extensión de campos, surcados por un río. La sensación de volar quitaba el aliento.

Entonces él me abrazó por detrás y comenzó a besar mi cuello; luego me giré y empezamos a besarnos los labios, lentamente, mientras mordisqueaba sus labios. Entonces él me lanzó una mirada sugerente y empezó a levantarme la camiseta. 

Le respondí quitándole a él la camiseta y besándole desde la boca al cuello, clavícula mientras mis manos bajaban hacia su entrepierna, poniéndose cada vez más prieta. Él me acarició el pecho, hacia la espalda, quitándome el sujetador. Luego su boca descendió hasta posarse en mi pecho, donde besó, lamió y mordisqueó mis pezones, lo que provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo. 

Entonces, él deslizó su mano entre mi falda, excitándome con dos dedos, primero por encima de mis bragas y luego, dejándolas a un lado, empezó a acariciarme el clítoris en círculos, humedeciéndome, para continuar introduciendo dos dedos en mi vagina.

Poco después me di la vuelta, recostándome sobre la barandilla de la cesta, vestida solo con falda; de modo que el suelo se extendía muy por debajo de mis pies, dándome una ligera sensación de vértigo, pero a su vez eso hacía excitarme aún más. Él se colocó detrás de mí e introdujo su miembro en mi interior, penetrándome lentamente. Conforme fue acelerando, empezamos a jadear; y con cada impulso, la cesta se balanceaba; el placer era más y más intenso con cada embestida, hasta que alcanzamos el orgasmo, dejándonos extasiados a la altura de las nubes. 

8/11/13

Satén

La habitación estaba iluminada únicamente por velas, creando una atmósfera que invitaba a besarse. Me senté en su regazo, besándole suavemente en los labios, jugando su lengua con la mía mientras acariciaba su pelo, su nuca, su barba... Poco después fuimos desvistiéndonos mutuamente, primero las camisetas, los pantalones, calcetines, hasta quedar en ropa interior.

Entonces tomé un pañuelo y le vendé los ojos, me levanté y a él de dejé sentado en aquel sofá de cuero. Me puse unos guantes de satén negros y comencé a acariciarle por la espalda, girando en torno a él, y acariciando sus hombros, pecho, torso hasta llegar al calzoncillo, deslizando la mano hacia arriba y abajo, poniéndose cada vez más y más duro. 

Entonces me arrodillé enfrente de él, y comencé a pasar mis labios por encima, hasta llegar al borde de su ropa interior y se la quité lentamente con los dientes. Después comencé a masturbarle lentamente con los guantes, lo que provocó que un gemido escapara de su boca. Me desabroché el sujetador y con mis pechos empecé a darle placer mientras jugaba también con la lengua, hasta que su respiración se hizo más rápida.

Entonces me quité el tanga y me coloqué sobre el, deslizando su miembro en mi interior, subiendo y bajando, lentamente. Él colocó sus manos en mi cintura, mientras aceleraba cada vez más. Mis pechos subían y bajaban al mismo ritmo. Sus uñas se clavaban ligeramente en mi piel, y entre jadeos el ritmo se volvió frenético, hasta que alcanzamos el orgasmo y un prolongado gemido queda flotando en el aire.